Criterios diagnósticos de trastornos mentales
F80-89 TRASTORNOS DEL DESARROLLO PSICOLOGICO
F80 Trastornos específicos del desarrollo del habla y del lenguaje
F80.0 Trastorno específicode la pronunciación
F80.1 Trastorno de la expresión del lenguaje
F80.2 Trastorno de la comprensión del lenguaje
F80.3 Afasia adquirida con epilepsia (síndrome de Landau Kleffner)
F80.8 Otros trastornos del desarrollo del habla y del lenguaje
F80.9 Trastorno del desarrollo del habla y del lenguaje sin especificación
F81 Trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar
F81.0 Trastorno específico de la lectura
F81.1 Trastorno específico de la ortografía
F81.2 Trastorno específico del cálculo
F81.3 Trastorno mixto del desarrollo del aprendizaje escolar
F81.8 Otros trastornos del desarrollo del aprendizaje escolar
F81.9 Trastorno del desarrollo del aprendizaje escolar sin especificación
84.0 Autismo infantil
F84.1 Autismo atípico
F84.2 Síndrome de Rett
F84.3 Otro trastorno desintegrativo de la infancia
F84.4 Trastorno hipercinético con retraso mental y movimientos estereotipados
F84.5 Síndrome de Asperger
F84.8 Otros trastornos generalizados del desarrollo
F84.9 Trastorno generalizado del desarrollo sin especificación
F89 Trastorno del desarrollo psicológico sin especificación.
Introducción
Los trastornos incluidos en F80 F89 tienen en común las siguientes características:
- a) comienzo siempre en la primera o segunda infancia
- b) deterioro o retraso del desarrollo de las funciones que están íntimamente relacionadas con la maduración biológica del sistema nervioso central y
- c) curso estable que no se ve afectado por las remisiones y recaídas que tienden a ser características de muchos trastornos mentales.
En la mayoría de los casos las funciones afectadas
son el lenguaje, el rendimiento de las funciones viso espaciales
o de coordinación de movimientos.
Lo característico es que el deterioro disminuya progresivamente
a medida que los niños crecen (aunque en la vida adulta suelen
persistir déficits leves). La historia suele ser la de un
retraso o deterioro que ha estado presente desde el momento en
que sus manifestaciones fueron detectados de forma fiable y sin
que haya habido un período anterior de desarrollo normal. La
incidencia de la mayoría de estos trastornos es muy superior
enlos chicos que en las chicas. También son característicos
antecedentes familiares de trastornos iguales o parecidos y en la
etiología de muchos, pero no todos los casos, se presupone que
los factores genéticos juegan un papel importante. A menudo los
factores ambientales influyen en el grado de desarrollo de las
funciones afectadas, pero en la mayoría de los casos no tienen
mayor influencia. Sin embargo, aunque hay un acuerdo general para
el conjunto de la definición de los trastornos de esta sección,
en la mayoría de los casos la etiología es desconocida y aún
hay mucha incertidumbre tanto para delimitarlos como para
subdividirlos. Por otra parte, hay dos tipos de categorías
incluidas en esta sección que no satisfacen plenamente las
pautas de la definición general citada. Así, hay trastornos en
los que indudablemente ha existido una fase anterior de
desarrollo normal, tales como el trastorno desintegrativo de la
infancia, el síndrome de Landau Kleffner y ciertos casos de
autismo. Estos trastornos se incluyen aquí porque aunque su
forma de comienzo es diferente, sus características y curso
tienen muchas semejanzas con trastornos del desarrollo en general
y además no se sabe si son o no diferentes desde el punto de
vista etiológico. Por otra parte, hay trastornos que están
definidos primariamente en términos de desviación más que de
retraso en el desarrollo de las funciones. Esto último se
refiere en especial al autismo. Los trastornos autísticos se
incluyen en esta sección porque, aunque definidos en términos
de desviación, es constante en ellos un cierto grado de retraso
en el desarrollo. Más aún, existe un solapamiento con los otros
trastornos del desarrollo, tanto en los rasgos de los casos
aislados como en las formas como se agrupan en familias.
F80 TRASTORNOS ESPECIFICOS DEL DESARROLLO DEL HABLA Y DEL LENGUAJE
En estos trastornos las pautas normales de adquisición del lenguaje están alteradas desde estadíos tempranos del desarrollo. Estos trastornos no son directamente atribuibles ni a anomalías neurológicas o de los mecanismos del lenguaje, ni a deterioros sensoriales, retraso mental o factores ambientales. Aunque el niño pueda ser capaz de comprender y comunicarse en ciertas situaciones muy familiares, más que en otras, la capacidad de lenguaje es deficitaria en todas las circunstancias.
Diagnóstico diferencial
Hay que tener en cuenta que, como en otros trastornos
del desarrollo, la mayor dificultad diagnóstica estriba en
diferenciarlo de las variaciones normales del desarrollo. La
población normal infantil varía ampliamente en cuanto a la edad
en que se adquiere el lenguaje hablado y al momento en el cual
quedan firmemente establecidas las funciones del lenguaje.
Pequeñas variaciones son de escasa o nula significación
clínica, ya que la mayoría de los niños que tardan en empezar
a hablar terminan por adquirir un nivel normal de desarrollo. Por
el contrario, en los niños con trastornos específicos del
desarrollo del habla y del lenguaje, aunque la mayoría llegue a
adquirir un nivel normal del lenguaje, se presentan múltiples
problemas concomitantes. El retraso del desarrollo del lenguaje
suele acompañarse de dificultades para la lectura y para la
ortografía, de anomalías en las relaciones personales y de
trastornos emocionales y del comportamiento. Por tanto, es
importante un diagnóstico precoz y exacto de los trastornos
específicos del habla y del lenguaje. No existe una separación
clara entre los extremos de una variación normal, pero cuatro
pautas principales pueden ser útiles para hacer sospechar la
existencia de un trastorno clínicamente significativo: la
gravedad; la evolución, el tipo y los problemas concomitantes.
Como regla general, un retraso en el desarrollo del lenguaje que
es lo suficientemente grave como para superar los límites de dos
desviaciones estándar, puede ser considerado como anormal. La
mayoría de los casos de esta gravedad tienen problemas
concomitantes. El nivel de gravedad en términos estadísticos
es, no obstante, de escasa utilidad diagnóstica en los niños de
mayor edad, pues existe una tendencia natural a mejorar
progresivamente. En esta situación el curso es un indicador
útil. Si el nivel de deterioro presente es leve pero, no
obstante, hay antecedentes de un deterioro grave, lo probable es
que el grado funcional presente sea la secuela de un trastorno
significativo, más que simplemente de una variación normal.
Debe prestarse atención al tipo de expresión verbal del
lenguaje. Si es anormal (por ejemplo, si sus características
implican una desviación y no sólo la presencia de un tipo
adecuado en una fase mas temprana del desarrollo) o si el habla o
lenguaje del niño presentan rasgos cualitativamente anormales,
puede aceptarse la presencia de un trastorno clínicamente
significativo. También, si un retraso de aspectos concretos del
desarrollo del habla o del lenguaje se acompaña de déficits del
aprendizaje escolar (retraso específico de la lectura y la
ortografía), de anomalías en las relaciones personales o de
trastornos emocionales o comportamentales, el retraso
difícilmente podrá corresponden a una variación normal. La
segunda dificultad diagnóstica estriba en diferenciar el retraso
mental de un retraso generalizado del desarrollo, puesto que la
inteligencia incluye también a las funciones verbales. Así, es
probable que si el C.I. de un niño está muy por debajo de la
media, de su lenguaje desarrollo estará también por debajo de
la media. El diagnóstico de un retraso específico del
desarrollo implica que este no guarda relación significativa con
el nivel general de las funciones cognoscitivas. En consecuencia,
cuando un retraso del lenguaje simplemente forma parte de un
retraso mental más global o de un retraso más amplio del
desarrollo no debe utilizarse un código de F80 sino el de un
retraso mental F70 79.
Sin embargo es frecuente que el retraso mental se acompañe de un
rendimiento intelectual discordante, en especial con un grado de
deterioro de lenguaje mayor que el deterioro presente en otras
capacidades no verbales. Cuando esta disparidad sea tan intensa
como para repercutir en la vida cotidiana debe diagnosticarse el
trastorno específico del desarrollo del habla y del lenguaje
añadido a un retraso mental (F70
79).
La tercera dificultad se refiere a la diferenciación de un
trastorno secundario a una sordera grave, a algunos trastornos
neurológicos concretos o a alteraciones de ciertas estructuras
anatómicas. La sordera grave en la primera infancia provoca
prácticamente siempre, un retraso marcado y una distorsión del
desarrollo del lenguaje. Este trastorno no debe incluirse aquí
por ser consecuencia directa de una alteración de la audición.
Sin embargo, no es extraño que la mayoría de los trastornos
graves del desarrollo del lenguaje receptivo se acompaña de
déficits parciales y selectivos de audición (especialmente para
frecuencias elevadas). La pauta diagnóstica es que estos
trastornos deben ser excluidos de F80
F89 si la pérdida auditiva parcial es de
una gravedad tal como para justificar el retraso del lenguaje,
pero incluidos si no son una causa directa suficiente. Sin
embargo, los límites de esta distinción no son definitivos ni
fijos. Un principio similar puede aplicarse a los trastornos
neurológicos y las alteraciones de las estructuras anatómicas.
Así, una anomalía de la articulación, consecuencia directa de
una hendidura palatina o una disartria debida a una parálisis
cerebral no deben ser incluidas en esta sección. Por otra parte,
la presencia de signos neurológicos menores o que no hayan
causado directamente el retraso del habla o del lenguaje, no
constituyen motivo de exclusión.
F80.0 Trastorno específico de la pronunciación
Se trata de un trastorno específico del desarrollo en el que la pronunciación de los fonemas por parte del niño está a un nivel inferior al adecuado a su edad mental, pero en el que el nivel es normal para el resto de las funciones del lenguaje.
Pautas para el diagnóstico
La edad a la que se domina la pronunciación de los fonemas y el orden del desarrollo de la adquisición de los mismos, tiene variaciones individuales considerables.
Desarrollo normal: A los cuatro años de edad son normales errores en la pronunciación de los fonemas, pero el niño es capaz de hacerse comprender fácilmente por extraños. A los 67 años de edad ya se han adquirido la mayor parte de los fonemas, aunque pueden persistir dificultades para ciertas combinaciones de sonido, lo cual no implica problemas para la comunicación. A los 11 12 años el dominio de casi todos los fonemas es completo.
Desarrollo anormal: Tiene lugar cuando el niño adquiere los fonemas de un modo retrasado o desviado, lo que le lleva a pronunciar mal, con las consiguientes dificultades para hacerse comprender. Se presentan omisiones, distorsiones o sustituciones de los fonemas del habla e inconsistencias en la pronunciación de sonidos coincidentes (por ejemplo, el niño puede pronunciar correctamente fonemas en algunas posiciones de palabras pero no en otras).
El diagnóstico debe hacerse únicamente cuando la gravedad del trastorno de pronunciación excede los límites normales teniendo en cuenta la edad mental del niño, cuando la inteligencia no verbal está en un rango normal, cuando las funciones del lenguaje expresivo y receptivo estén dentro de los límites normales y, cuando las anomalías de la pronunciación no puedan ser directamente atribuidas a una anomalía sensorial, estructural o neurológica y cuando los fallos de la pronunciación sean claramente anormales en el contexto de los usos coloquiales del entorno socio cultural del niño. Incluye: trastorno del desarrollo de la articulación del lenguaje trastorno funcional de la articulación del lenguaje lambdacismo dislalia trastornos del desarrollo fonológico
Excluye: trastornos de lauaudición debidos a: Hendidura palatina u otras anomalías de las estructuras fonatorias implicadas en el habla (K35 38) Retraso mental (F70 79) Apraxia (R48.2) Disfasia o afasia sin especificación (R47.0) Déficits de la articulación que acompañan a trastornos del desarrollo de la expresión del lenguaje (F80.1) Déficits de la articulación que acompañan a trastornos del desarrollo de la recepción del lenguaje (F80.2) Pérdidas de la audición (H90 H91)
F80.1 Trastorno de la expresión del lenguaje
Se trata de un trastorno específico del desarrollo en el que la capacidad del niño para la expresión del lenguaje oral es marcadamente inferior al nivel adecuado a su edad mental, pero en el que la comprensión del lenguaje está dentro de los límites normales. Puede haber o no alteraciones de la pronunciación.
Pautas para el diagnóstico
Aunque hay una considerable variación individual del
desarrollo normal del lenguaje, la ausencia de la expresión de
palabras simples (o aproximaciones de palabras) alrededor de los
dos años y el fracaso en la elaboración de frases sencillas de
dos palabras hacia los tres años, deben ser tomados como
indicios significativos de un retraso. Más tarde se presenta una
limitación del desarrollo del vocabulario, un recurso al uso
excesivo de un escaso número de palabras generales, dificultades
en la elección de las palabras adecuadas, la sustitución de
unas palabras por otras, la utilización de frases cortas, la
estructuración inmadura de las frases, errores sintácticos, en
especial omisiones de sufijos o prefijos y errores u omisiones de
elementos gramaticales concretos tales como preposiciones,
pronombres, artículos, formas verbales y derivados de
sustantivos. Pueden presentarse también generalizaciones
incorrectas de reglas gramaticales y también una falta de
fluidez de las frases o de la capacidad de ordenar adecuadamente
en el tiempo acontecimientos pasados. Es frecuente que los
déficits del lenguaje hablado se acompañen de retrasos o
anomalías en la pronunciación de los fonemas que forman las
palabras.
El diagnóstico debe hacerse únicamente cuando la gravedad del
retraso del desarrollo del lenguaje expresivo exceda los límites
de la variación normal y cuando la comprensión del lenguaje
está dentro de los límites normales para la edad del niño
(aunque a menudo el lenguaje receptivo puede estar en algunos
aspectos por debajo de lo normal). El recurso a signos no
verbales (sonrisas y gestos) y el lenguaje interior (imaginación
y juegos de la fantasía) están relativamente intactos, así
como la capacidad para la comunicación no verbal en sociedad. A
pesar del déficit del lenguaje, el niño intenta comunicarse y
tiende a compensar la carencia lingüística mediante el uso de
expresiones demostrativas, de gestos, de la mímica y de
vocalizaciones no lingüísticas. Sin embargo, no son raras las
dificultades de las relaciones con los compañeros, los problemas
emocionales, el comportamiento desorganizado o hipercinético y
déficits de la atención. En una pequeña parte de los casos
puede presentarse una pérdida auditiva parcial (a menudo
selectiva) concomitante, pero ésta no es de una gravedad
suficiente como para justificar el retraso del lenguaje. La
participación inadecuada en las conversaciones o una privación
ambiental más general, pueden jugar un papel importante o
contribuir significativamente a la génesis del trastorno de la
expresión del lenguaje. Cuando éste es el caso, el factor
ambiental causal debe especificarse con el código Z del
capítulo XXI de la CIE 10 adecuado. El déficit en el lenguaje
hablado ha tenido que estar presente desde la primera infancia,
sin que haya existido una fase claramente duradera de uso normal
del lenguaje (sin embargo no son raros los antecedentes de un
primer uso aparentemente normal de algunas palabras aisladas,
seguido por un retroceso o estancamiento de los progresos).
Incluye: disfasia o afasia del desarrollo (de tipo expresivo)
Excluye: disfasia o afasia del desarrollo de tipo receptivo (F80.2) trastornos generalizados del desarrollo (F84) afasia adquirida con epilepsia (síndrome de Landau Kleffner) (F80.3) mutismo selectivo (F94.0) retraso mental (F70 F79) disfasia o afasia sin especificación (R47.0)
F80.2 Trastorno de la comprensión del lenguaje
Se trata de un trastorno específico del desarrollo en el que la comprensión del lenguaje por parte del niño es inferior al nivel adecuado a su edad mental. Prácticamente en todos los casos existe además un deterioro notable de la expresión del lenguaje y son frecuentes las alteraciones en la pronunciación de los fonemas.
Pautas para el diagnóstico
Deben tenerse en cuenta los siguientes indicios de
retraso: un fracaso para responder a nombres familiares (en
ausencia de claves no verbales) hacia el duodécimo mes de la
vida y la incapacidad para reconocer los nombres de al menos
algunos objetos corrientes a los 18 meses y para llevar a cabo
instrucciones simples y rutinarias a la edad de dos años. Mas
tarde se presentan otras dificultades, tales como incapacidad de
comprensión de ciertas formas gramaticales (negativas,
interrogativas, comparativas, etc.) y falta de comprensión de
los aspectos más sutiles del lenguaje (tono de voz, gestos,
etc.).
El diagnóstico debe hacerse sólo cuando la gravedad del retraso
de la comprensión del lenguaje excede los límites de la
variación normal para la edad del niño, cuando la inteligencia
no verbal está dentro de los límites normales y cuando no se
satisfacen las pautas del trastorno generalizado del desarrollo.
En casi todos los casos está también retrasado de un modo muy
importante el desarrollo de la expresión del lenguaje y son
frecuentes las alteraciones de la pronunciación de los fonemas.
De todas las variedades de trastornos específicos del desarrollo
del habla y el lenguaje, ésta es la que más suele acompañarse
de problemas sociales, emocionales y del comportamiento, los
cuales no tienen ninguna forma específica, pero son
relativamente frecuentes la hipercinesia y los déficits de
atención, la inadaptación social y el aislamiento de los
compañeros, la ansiedad, la hipersensibilidad y la excesiva
timidez. Los niños que presentan las formas más graves de
trastorno de la comprensión del lenguaje pueden presentar un
cierto retraso de su desarrollo social, pueden imitar un lenguaje
que no comprenden y pueden tener intereses muy limitados. Sin
embargo, se diferencian de los niños autistas en que normalmente
son capaces de participar en una interacción social y en
representaciones lúdicas normales, de conseguir respuestas de
los padres para satisfacer sus necesidades, de recurrir casi
normalmente a la mímica y presentar sólo leves déficits en la
comunicación no verbal. No es raro cierto grado de pérdida
auditiva para los tonos altos, pero sin que el grado de sordera
llegue a ser suficiente como para justificar el déficit del
lenguaje.
Incluye: afasia o disfasia del desarrollo tipo receptivo sordera verbal agnosia auditiva congénita afasia del desarrollo de Wernicke
Excluye: afasia adquirida con epilepsia (síndrome de Landau Kleffner, F80.4) autismo (F84.0, F84.1) mutismo selectivo (F94.0) retraso mental (F70 F79) retraso del lenguaje secundario a sordera (H90 H91) disfasia o afasia sin especificación (R47.0) disfasia o afasia tipo expresivo (R80.1) )
F80.3 Afasia adquirida con epilepsia (síndrome de Landau Kleffner)
Se trata de un trastorno en el que el niño, habiendo
progresado de un modo normal en la adquisición del lenguaje,
pierde la capacidad de comprensión y de expresión del lenguaje,
pero conserva la inteligencia general. La aparición del
trastorno se acompaña de anomalías paroxísticas en el
electroencefalograma (casi siempre en los lóbulos temporales,
normalmente de un modo bilateral, pero con frecuencia con un
trastorno disrítmico más generalizado) y en la mayoría de los
casos también de ataques epilépticos. La aparición suele tener
lugar entre los tres y los siete años de edad, pero puede tener
lugar antes o después, durante la infancia. En la cuarta parte
de los casos la pérdida de lenguaje tiene lugar de manera
gradual durante un período de varios meses, pero lo más
frecuente es que la pérdida sea brusca, en el curso de días o
semanas. La relación temporal entre la aparición de los ataques
y de la pérdida del lenguaje suele ser variable, precediendo
unos a la otra o viceversa, con un intervalo de varios meses a
dos años. Es muy característico que el deterioro de la
comprensión del lenguaje sea profundo, y que las dificultades
para la comprensión de los sonidos sean la primera
manifestación de este trastorno. Algunos niños enmudecen
totalmente, otros limitan su expresión a una jerga particular,
mientras que otros presentan déficits más leves en la
expresión y fluidez verbales, a menudo acompañados por
disartria. En algunos casos se presenta una afectación de la
calidad de la vocalización, con una pérdida de las inflexiones
normales. A veces, en las fases tempranas del trastorno, parece
fluctuar la afectación de las funciones del habla. En los meses
posteriores a la pérdida inicial del lenguaje son bastante
frecuentes los trastornos del comportamiento y los emocionales,
pero éstos tienden a mejorar a medida que el niño adquiere
algún medio de comunicación.
La etiología de este trastorno no es conocida pero las
características clínicas sugieren la posibilidad de un proceso
inflamatorio encefálico. El curso del trastorno es bastante
variable.Aproximadamente dos tercios de los niños quedan con un
déficit mas o menos grave de la comprensión del lenguaje y un
tercio consigue una recuperación total.
Excluye: afasia adquirida secundaria a un traumatismo, tumor u
otra patología cerebral conocida otro trastorno desintegrativo
de la infancia (F84.3)
autismo (F84)
F80.8 Otros trastornos del desarrollo del habla y el del lenguaje
Incluye: ceceo balbuceo
F80.9 Trastorno del desarrollo del habla y del lenguaje sin especificación
Esta categoría no debe utilizarse, en la medida de lo posible y hacerlo únicamente para trastornos sin especificación en los que haya un deterioro significativo del desarrollo del habla o del lenguaje que no puedan explicarse por un retraso mental o por un déficit neurológico, sensorial o somático que afecten directamente al habla o al lenguaje.
Incluye: trastorno del lenguaje sin especificación
F81 TRASTORNOS ESPECIFICOS DEL DESARROLLO DEL APRENDIZAJE ESCOLAR
El concepto de trastornos específicos del desarrollo
del aprendizaje escolar es comparable exactamente al de los
trastornos específicos del desarrollo del habla y del lenguaje (F80) y básicamente
pueden aplicarse las mismas pautas de definición y de medida.
Son trastornos en los que desde los primeros estadíos del
desarrollo están deterioradas las formas normales del
aprendizaje. El deterioro no es únicamente consecuencia de la
falta de oportunidades para aprender, ni es la consecuencia de
traumatismos o enfermedades cerebrales adquiridos. Por el
contrario, los trastornos surgen de alteraciones los procesos
cognoscitivos, en gran parte secundarias a algún tipo de
disfunción biológica. Al igual que la mayoría del resto de los
trastornos del desarrollo, estas alteraciones son
considerablemente más frecuentes en varones que en mujeres.
Hay cinco tipos de dificultades para el diagnóstico.
Primero, la necesidad de diferenciar estos trastornos de las
variaciones normales del rendimiento escolar. El problema es
aquí similar al de los trastornos del lenguaje y se aplican las
mismas pautas propuestas para la evaluación de la alteración
(con las modificaciones necesarias al pasar del área del
lenguaje a la del rendimiento escolar).
En segundo lugar, la necesidad de tener en cuenta el momento
evolutivo, lo cual es importante por dos razones diferentes:
- a) la gravedad, por ejemplo, un retraso de un año en la lectura a los 7 años de edad, tiene un significado muy diferente de un retraso de un año a los 14 años y
- b) los cambios de la manera de manifestarse, de modo que es frecuente que un retraso en el lenguaje en la edad preescolar, pierda intensidad con el paso del tiempo, pero se prolongue en forma de un retraso específico de la lectura que, a su vez, disminuye en la adolescencia y da lugar al comienzo de la edad adulta a un trastorno grave de la ortografía.
El trastorno es siempre el mismo, pero su forma de
presentación se modifica con la edad. El criterio diagnóstico
tiene que tener en cuenta este cambio evolutivo.
En tercer lugar, está la dificultad de que el rendimiento
escolar es también consecuencia del aprendizaje y de la
enseñanza, es decir no es sólo consecuencia de la maduración
biológica. El nivel de aprendizaje de los niños depende
inevitablemente de las circunstancias familiares y escolares,
así como de sus propias características individuales. Por
desgracia no hay un modo directo y claro de distinguir entre las
dificultades escolares debidas a la falta de una enseñanza
adecuada y las debidas a algún trastorno individual. Hay buenas
razones para suponer que la distinción es real y clínicamente
válida, aunque el diagnóstico en casos concretos es difícil.
En cuarto lugar, aunque los resultados de la investigación
apoyan las hipótesis de la presencia de alteraciones subyacentes
de los procesos cognoscitivos, no hay un método fácil para
diferenciar en un niño en concreto las que causan las
dificultades de lectura, de aquellas que son consecuencia de una
escasa capacidad de lectura o que son concomitantes. La
dificultad se complica con el hallazgo de que los trastornos de
la lectura pueden ser consecuencia de más de un tipo de
anomalía cognoscitiva.
Finalmente, en quinto lugar, persisten dudas sobre cual es la
mejor forma de subdividir los trastornos específicos del
desarrollo del aprendizaje escolar.
Los niños aprenden a leer, escribir, deletrear y llevar a cabo
operaciones aritméticas cuando se les comienza a enseñar en su
casa y en la escuela. La edad a la que empieza la escolarización
varía ampliamente de un país a otro, lo mismo que el método
seguido en las escuelas y, por tanto, no hay unanimidad en cuanto
a que capacidades se supone que deben haber adquirido los niños
a las diferentes edades. Esta disparidad de expectativas es mayor
durante los años de enseñanza elemental o primaria (es decir,
hasta aproximadamente los 11 años de edad) y complica la tarea
de formular definiciones operativas de los trastornos del
aprendizaje escolar que tengan validez internacional.
No obstante, en todos los sistemas educativos, está claro que en
cada grupo de edad cronológica hay una amplia variación del
rendimiento escolar adquirido y que en algunos niños puede ser
bajo en aspectos concretos en relación con el nivel general de
su capacidad intelectual.
Los trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje
escolar abarcan grupos de trastornos que se manifiestan por
déficits específicos y significativos del aprendizaje escolar.
Estos déficits del aprendizaje no son la consecuencia directa de
otros trastornos (como un retraso mental, déficits neurológicos
importantes, problemas visuales o auditivos sin corregir o
trastornos emocionales), aunque pueden estar presentes. Los
trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar
suelen presentarse acompañados de otros síndromes (tales como
trastornos de déficit de atención o trastornos específicos del
desarrollo del habla y el lenguaje).
La etiología de los trastornos específicos del desarrollo del
aprendizaje escolar no es conocida, pero se acepta la primacía
de los factores biológicos, en interacción con factores no
biológicos (como oportunidades para aprender y calidad de la
enseñanza). Estos trastornos están en relación con la
maduración biológica, lo que no implica que los niños con
estos trastornos estén simplemente en el nivel inferior de un
espectro normal y que por lo tanto se pondrán al día con el
paso tiempo.
En muchos casos pueden persistir restos de estos trastornos en la
adolescencia y en la edad adulta. En cualquier caso, el que los
trastornos se manifiesten de alguna manera durante los primeros
años de escolarización es una característica diagnóstica
necesaria. El retraso del rendimiento escolar de los niños puede
aparecer en un estadío posterior de sus estudios (debido a una
falta de interés, a una enseñanza pobre, a problemas
emocionales, a un incremento o cambio del tipo de tareas
encomendadas, etc.), pero estos problemas no forman parte de la
definición de los trastornos específicos del desarrollo del
aprendizaje escolar.
Pautas para el diagnóstico
Para el diagnóstico de cualquiera de los trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar se requieren varios casos.
- Primero, debe haber un deterioro clínicamente significativo del rendimiento escolar específico, valorado a partir de la gravedad definida por el nivel de escolaridad (por ejemplo, por el nivel esperable en menos del tres por ciento de la población infantil escolar), por la presencia de antecedentes (es decir si, las dificultades escolares fueron precedidas en la edad preescolar por retrasos o desviaciones del desarrollo, del habla o del lenguaje), por la presencia de problemas concomitantes (déficits de atención, hipercinesia, problemas emocionales o trastornos disociales), por formas o conjuntos específicos de rasgos (es decir, por la presencia de anomalías cualitativas que no suelen formar parte del desarrollo normal) y por la respuesta a intervenciones concretas (las dificultades escolares no remiten rápida y correctamente tras ayuda extra a la enseñanza en casa o en el colegio).
- Segundo, el déficit debe ser específico en el sentido de que no sea explicable por un retraso mental o por déficits menores de la inteligencia general. Debido a que el C.I. y el rendimiento escolar no son exactamente paralelos, esta distinción sólo puede tomarse teniendo en cuenta tests de C.I. y de rendimiento estandarizados aplicados de forma individual, que sean adecuados para la cultura y el sistema educativo del niño. Estos tests deben ser empleados junto con tablas estadísticas que faciliten datos sobre el nivel medio de rendimiento esperado para un C.I. a cualquier edad cronológica. Este último requisito es necesario por la importancia de los efectos de la regresión estadística, por eso, es muy probable que los diagnósticos basados en la sustracción de la edad de rendimiento de la edad mental estén notablemente sesgados. Sin embargo, es poco probable que, en la práctica clínica, la mayor parte de las veces se cumplan de hecho estos requisitos y por lo tanto, la pauta clínica general es simplemente que el nivel de rendimiento del niño sea considerablemente más bajo que el esperado para su edad mental.
- Tercero, el déficit debe ser precoz, en el sentido de que debe haber estado presente desde el comienzo de la educación y no haber sido adquirido con posterioridad. La historia del progreso escolar del niño facilitará datos sobre este punto.
- Cuarto, deben estar ausentes factores externos que pudieran justificar suficientemente las dificultades escolares. Como se indicó más arriba, el diagnóstico de los trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar debe apoyarse en general en la presencia positiva de un trastorno del rendimiento escolar clínicamente significativo debido a factores del desarrollo del niño intrínsecos. Sin embargo, para aprender con eficacia, los niños deben tener oportunidades adecuadas. No obstante, si está claro que el bajo rendimiento escolar se debe directamente a un absentismo escolar muy prolongado, sin enseñanza en casa o a una educación totalmente inadecuada, los trastornos no deben ser codificados aquí. Las ausencias frecuentes de la escuela o la interrupción de la escolarización debidas a cambios en la escuela normalmente no son suficientes para que se presente un retraso escolar del grado necesario para el diagnóstico de los trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar. Sin embargo, una escolarización escasa puede complicar o aumentar el problema, en cuyo caso los factores escolares se clasificarán de acuerdo con un código Z del capítulo XXI de la CIE 10.
- Por último, en quinto lugar, los trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar no pueden deberse directamente a déficits visuales o de audición no corregidos.
Diagnóstico diferencial
Hay que tener en cuenta que es clínicamente importante distinguir entre los trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar que se presentan en ausencia de algún trastorno neurológico diagnosticable y los que son secundarios a algún trastorno neurológico, como por ejemplo, una parálisis cerebral. En la práctica esta distinción suele ser difícil de hacer (por el significado dudoso de muchos signos neurológicos "menores") y hay investigaciones que no demuestran diferencias claras en las formas o el curso de los trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar según estén presentes o no disfunciones neurológicas manifiestas. Aunque este aspecto no forma parte de las pautas diagnósticas, es necesario que la presencia de cualquier trastorno concomitante sea codificada por separado de acuerdo con la sección neurológica de la CIE 10.
F81.0 Trastorno específico de la lectura.
La característica principal de este trastorno es un déficit específico y significativo del desarrollo de la capacidad de leer que no se explica por el nivel intelectual, por problemas de agudeza visual o por una escolarización inadecuada. Pueden estar afectadas la capacidad de comprensión de lectura, el reconocimiento de palabras leídas, la capacidad de leer en voz alta y el rendimiento en actividades que requieren leer. A menudo se presentan dificultades de ortografía concomitantes con el trastorno específico de la lectura, que suelen persistir durante la adolescencia, aun a pesar de que se hayan conseguido progresos positivos. Los niños con trastornos específicos de la lectura suelen tener antecedentes de trastornos específicos del desarrollo del habla y del lenguaje y la evaluación exhaustiva de como se utiliza el lenguaje, pone a menudo de manifiesto otros problemas mas finos. Además del fracaso escolar, suelen ser complicaciones, las faltas de asistencia a la escuela y los problemas de adaptación social, en especial en los últimos años de la escuela elemental y secundaria. Este trastorno se presenta en todas las lenguas conocidas, pero no hay certeza de si su frecuencia se ve afectada o no por el tipo de estructura del lenguaje y de la escritura.
Pautas para el diagnóstico
El rendimiento de lectura del niño debe ser significativamente inferior al nivel esperado de acuerdo a su edad, su inteligencia general y su nivel escolar. El mejor modo de evaluar este rendimiento es la aplicación de forma individual de tests estandarizados de lectura y de precisión y comprensión de la lectura. La naturaleza exacta del problema de lectura depende del nivel de la misma esperado y del lenguaje y escritura. Sin embargo, en las fases tempranas del aprendizaje de la escritura alfabética, pueden presentarse dificultades para recitar el alfabeto, para hacer rimas simples, para denominar correctamente las letras y para analizar o categorizar los sonidos (a pesar de una agudeza auditiva normal). Más tarde pueden presentarse errores en la lectura oral como por ejemplo:
- a) omisiones, sustituciones, distorsiones o adiciones de palabras o partes de palabras
- b) lentitud
- c) falsos arranques, largas vacilaciones, o pérdidas del sitio del texto en el que se estaba leyendo y
- d) inversiones de palabras en frases o de letras dentro de palabras.
También pueden presentarse déficits de la comprensión de la lectura, como las siguientes:
- e) incapacidad de recordar lo leído
- f) incapacidad de extraer conclusiones o inferencias del material leído y
- g) el recurrir a los conocimientos generales, más que a la información obtenida de una lectura concreta, para contestar a preguntas sobre ella.
Es frecuente que en las etapas finales de la infancia
y en la vida adulta, las dificultades ortográficas sean más
importantes que las de la lectura. Es característico que las
dificultades ortográficas impliquen a menudo errores fonéticos
y parece que, tanto los problemas de lectura, como los
ortográficos pueden ser en parte consecuencia de un deterioro de
la capacidad de análisis fonológico. Se conoce mal la
naturaleza y la frecuencia de los problemas ortográficos de
niños que leen en lenguas no fonéticas y tampoco se conocen
bien los tipos de errores en la escritura no alfabética.
Normalmente los trastornos específicos del desarrollo de la
lectura son precedidos por antecedentes de trastornos en el
desarrollo del habla o del lenguaje. En otros casos, los niños
pueden haber pasado las etapas del desarrollo del lenguaje a la
edad normal, pero sin embargo haber tenido dificultades en el
procesamiento auditivo, (problemas para la categorización de
fonemas, para hacer rimas y para la discriminación de fonemas),
de la memoria auditiva secuencial y de las asociaciones
auditivas. En algunos casos, pueden haberse presentado también
problemas para el procesamiento visual (discriminación de letras
para la memoria auditiva secuencial y para la diferenciación
auditiva). Sin embargo, todos estos problemas son frecuentes en
niños que están empezando a aprender a leer y por tanto no
suelen tener una relación causal directa con los de lectura.
También son frecuentes trastornos de atención, que a menudo se
acompañan de hipercinesia e impulsividad. La forma exacta de las
dificultades de desarrollo en el período preescolar varía
considerablemente de niño en niño, y también varía su
gravedad. Sin embargo, aunque no siempre, suelen estar presentes
problemas de este tipo.
Son también frecuentes durante el período escolar problemas
emocionales o comportamentales concomitantes. Los primeros son
más frecuentes durante los primeros años de la escolarización,
pero los trastornos disociales y los síndromes hipercinéticos
son los que se presentan con mayor frecuencia en la segunda
infancia y adolescencia. Es frecuente una baja estimación de sí
mismo y son también frecuentes problemas en la adaptación
escolar y en las relaciones con los compañeros.
Incluye: retraso específico de la lectura "lectura en espejo" dislexia del desarrollo disortografía asociada a trastornos de la lectura
Excluye: alexia y dislexia adquirida (R48.0) dificultades adquiridas de lectura secundarias a trastornos de las emociones (F93) trastorno de la ortografía no acompañado de dificultades para la lectura
F81.1 Trastorno específico de la ortografía
Se trata de un trastorno cuya característica principal es un déficit específico y significativo del dominio de la ortografía en ausencia de antecedentes de un trastorno específico de la lectura y que no es explicable por una nivel intelectual bajo, por problemas de agudeza visual o por una escolarización inadecuada. En este trastorno están afectadas la capacidad de deletrear en voz alta y de escribir las palabras correctamente. Los niños que presentan sólo problemas para la escritura no se incluyen en esta categoría, pero en algunos casos las dificultades ortográficas se acompañan de problemas de la escritura. A diferencia de lo que normalmente se encuentra en los trastornos específicos de la lectura, las faltas ortográficas tienden a ser correctas desde un punto de vista fonético.
Pautas para el diagnóstico
El dominio que el niño tiene de la ortografía debe
ser significativamente inferior al nivel esperado para su edad,
para su inteligencia general y para su nivel escolar. El mejor
modo de evaluar este trastorno es la aplicación individual de un
test estandarizado de ortografía. La capacidad de lectura del
niño (tanto en lo que respecta a la exactitud como a la
comprensión) deben estar dentro de los límites normales y no
debe haber antecedentes de dificultades significativas de
lectura. Las dificultades ortográficas no deben ser la
consecuencia de una enseñanza notoriamente inadecuada o de los
efectos directos de déficits funcionales visuales, auditivos o
neurológicos y tampoco deben de serlo de algún trastorno
neurológico, psiquiátrico o de otro tipo adquirido.
Aunque se sabe que un trastorno "puro" de la
ortografía puede diferenciarse de los trastornos de lectura que
acompañan a las dificultades ortográficas, se sabe poco sobre
sus antecedentes, evolución, trastornos relacionados y
consecuencias.
Incluye: retraso específico de la ortografía (sin trastorno de
la lectura)
Excluye: dificultades de ortografía atribuibles principalmente a
una enseñanza inadecuada (Z55.) trastorno adquirido de la
ortografía (R48.8) dificultades de la ortografía asociadas a
trastornos de la lectura
F81.2 Trastorno específico del cálculo
Se trata de un trastorno caracterizado por una alteración específica de la capacidad de aprendizaje de la aritmética, no explicable por un retraso mental generalizado o por una escolaridad claramente inadecuada. El trastorno afecta al aprendizaje de los conocimientos aritméticos básicos de adición, sustracción, multiplicación y división (más que a los conocimientos matemáticos más abstractos del álgebra, trigonometría o geometría).
Pautas para el diagnóstico
El dominio del cálculo aritmético está
significativamente por debajo del nivel esperado para su edad,
para su inteligencia general y para su nivel escolar. Este
rendimiento se valora preferentemente mediante la aplicación
individual de test de cálculo aritmético estandarizados. La
capacidad de lecto escritura y el C.I. deben estar dentro de la
media normal, evaluados ambos preferentemente mediante la
aplicación individual de tests adecuadamente estandarizados. Las
dificultades para el cálculo aritmético no tienen que deberse a
una enseñanza claramente inadecuada o a déficits funcionales
visuales, auditivos o neurológicos. Tampoco tienen que ser
secuela de trastorno neurológico, psiquiátrico o de otro tipo
adquirido.
Los trastornos del cálculo han sido estudiados menos que los de
la lectura y los conocimientos sobre sus antecedentes, curso,
correlaciones y resolución son bastantes limitados. Sin embargo,
parece que, a diferencia de lo que sucede con muchos niños con
trastornos de la lectura, las capacidades perceptivas, auditivas
y verbales tienden a estar dentro de niveles normales, mientras
que la capacidad viso espacial y viso perceptiva tienden a estar
afectadas. En algunos niños se presentan además problemas
sociales, emocionales y del comportamiento, pero se conoce poco
sobre sus características y frecuencia. Suelen ser relativamente
frecuentes problemas en las relaciones sociales.
Los problemas para el cálculo aritmético son de diversos tipos
y comprenden: fracaso en la comprensión de los conceptos
básicos de las operaciones aritméticas específicas, falta de
comprensión de términos o signos matemáticos, no
reconocimiento de símbolos numéricos, dificultad en el manejo
de las reglas aritméticas, dificultad en comprender qué
números son adecuados a un problema aritmético concreto,
dificultad para alinear adecuadamente números o para insertar
decimales o símbolos durante los cálculos, mala organización
espacial de los cálculos aritméticos y falta de capacidad para
aprender satisfactoriamente las tablas de multiplicar.
Incluye: trastorno del aprendizaje de la aritmética síndrome del desarrollo de Gerstmann acalculia y discalculia del desarrollo
Excluye: dificultades aritméticas asociadas a trastornos de la lectura o de la ortografía (F81.1) dificultades del cálculo principalmente atribuibles a una enseñanza inadecuada (Z55.) trastorno adquirido de la capacidad del cálculo (acalculia, R48.8)
F81.3 Trastorno mixto del desarrollo del aprendizaje escolar
Se trata de una alteración, mal definida y sin
embargo necesaria como categoría residual, en la cual están
alterados de un modo significativo tanto el rendimiento
aritmético como el de lectura u ortografía y en la que la
inteligencia general está dentro del rango normal y no está
presente una mala enseñanza escolar. Esta categoría se
utilizará para trastornos que satisfagan las pautas de F81.2 además de las
de F81.0
ó F81.1.
Excluye: trastorno específico de la lectura (F81.0) trastorno
específico de la ortografía (F81.1)
trastorno específico del cálculo (F81.2)
F81.8 Otros trastornos del desarrollo del aprendizaje escolar
Incluye: trastorno del desarrollo de la expresión escrita
F81.9 Trastorno del desarrollo del aprendizaje escolar sin especificación
Esta categoría diagnóstica debe ser evitada lo más posible y ser usada únicamente para trastornos sin especificar en los cuales hay una acusada dificultad del aprendizaje que no puede atribuirse a retraso mental, problema de agudeza visual o a una escolaridad inadecuada.
Incluye: dificultades de aprendizaje sin especificación alteración del aprendizaje sin especificación trastorno del aprendizaje sin especificación
F82 TRASTORNO ESPECIFICO DEL DESARROLLO PSICOMOTOR
Se trata de un trastorno cuya característica principal es un retraso del desarrollo de la coordinación de movimientos que no puede explicarse por un retraso intelectual general o por un trastorno neurológico específico, congénito o adquirido (distinto del implícito en la anomalía de coordinación). Lo más frecuente es que la torpeza de movimientos se acompañe de un cierto grado de déficit en la resolución de tareas cognoscitivas viso espaciales.
Pautas para el diagnóstico
La coordinación de movimientos, para movimientos
finos o para los groseros, es significativamente inferior al
nivel esperado de acuerdo con la edad del niño y con su
inteligencia general. Esta capacidad se valora mejor mediante la
aplicación individual de tests estandarizados de coordinación
de movimientos finos y groseros. Las dificultades de
coordinación deberán haber estado presentes desde los comienzos
del desarrollo (por ejemplo, no deben constituir un déficit
adquirido) y no se deberán a consecuencias directas de déficits
de la visión, de la audición o de cualquier trastorno
neurológico diagnosticable.
El grado en el que el trastorno afecta principalmente a la
coordinación movimientos finos o groseros es variable y su forma
específica hitos varía con la edad. Pueden retrasarse los del
desarrollo motor y pueden presentarse además déficits del
lenguaje (en especial los de la pronunciación). El niño puede
ser torpe en general, lento en aprender a correr, a saltar y a
subir escaleras. Le suele ser difícil aprender a hacer la lazada
de los zapatos, a abrocharse y desabrocharse los botones y a
tirar y coger pelotas. Los niños pueden ser torpes en general,
para los movimientos finos, para los groseros o para ambos y
tiende a dejar caer las cosas, a tropezar, a chocar con
obstáculos y a tener mala letra. La habilidad para dibujar suele
ser para hacer rompecabezas, para usar juguetes de construcción,
para construir modelos, para los juegos de pelota y para dibujar
y comprender mapas geográficos, suele ser baja.
Una cuidadosa exploración clínica pone de manifiesto en la
mayoría de los casos una notoria falta de madurez neurológica,
en forma de movimientos coreicos, discinesias, movimientos en
espejo y otros síntomas motores relacionados, así como signos
de escasa coordinación de movimientos finos y groseros (en
general llamados signos neurológicos menores debido a que su
presencia es normal en niños más pequeños y a su falta de
valor para la localización de una lesión). Los reflejos
tendinosos
pueden estar exaltados o disminuidos de un modo bilateral, pero
no son asimétricos.
Algunos niños presentan además dificultades escolares, que en
ocasiones pueden ser graves y en otros se presentan además
problemas sociales, emocionales y comportamentales, pero se sabe
poco de su frecuencia y características.
Por definición no tienen que presentarse trastornos
neurológicos diagnosticables (tal y como un parálisis cerebral
o una distrofia muscular). No obstante, en algunos casos hay
antecedentes de complicaciones perinatales, tales como muy bajo
peso al nacer o de un parto claramente prematuro.
El síndrome del niño torpe ha sido diagnosticado frecuentemente
como "disfunción cerebral mínima" pero este término
no se recomienda dados sus múltiples, diferentes y
contradictorios significados.
Incluye: síndrome del niño torpe dispraxia del desarrollo trastorno del desarrollo de la coordinación
Excluye: incoordinación secundaria a retraso mental (F70 F79) incoordinación secundaria a trastorno neurológico de diagnóstico específico (G00 G09) alteraciones de la marcha y de la mobilidad (R26)
F83 TRASTORNO ESPECIFICO DEL DESARROLLO MIXTO
Se trata de una categoría residual de trastornos mal definidos y descritos, pero necesaria, en la que hay alguna mezcla de trastornos específicos del desarrollo del lenguaje, de la capacidad escolar o de funciones motrices, en la que no predomina ninguna lo suficiente como para constituir el diagnóstico principal. Lo mas frecuente es que en los trastornos descritos mas arriba se presente algún grado de alteración global de funciones incluidas cognitivas, por eso esta categoría sólo debe usarse cuando haya un grado significativo de solapamiento, cuando se presenten disfunciones que satisfagan las pautas de dos o más de las categorías F80, F81 y F82.
F84 TRASTORNOS GENERALIZADOS DEL DESARROLLO
Se trata de un grupo de trastornos caracterizados por
alteraciones cualitativas características de la interacción
social, de las formas de comunicación y por un repertorio
repetitivo, estereotipado y restrictivo de intereses y
actividades. Estas anomalías cualitativas son una
característica generalizada del comportamiento del individuo en
todas las situaciones, aunque su grado puede variar. En la
mayoría de los casos el desarrollo es anormal desde la primera
infancia y sólo en contadas excepciones, las anomalías se
manifiestan por primera vez después de los cinco años de edad.
Es habitual, aunque no constante, que haya algún grado de
alteración cognoscitiva general, aunque estos trastornos están
definidos por la desviación del comportamiento en relación a la
edad mental del niño (retrasado o no). No hay acuerdo sobre la
subdivisión del conjunto de este grupo de trastornos
generalizados del desarrollo.
En algunos casos los trastornos tienen relación y son
presumiblemente debidos a alguna patología somática (entre las
que las crisis epiléptica infantiles, la rubéola congénita, la
esclerosis tuberosa, la lipoidosis cerebral y el cromosoma X
frágil son las más frecuentes). Sin embargo, el trastorno debe
diagnosticarse por sus características comportamentales, con
independencia de la presencia o no de anomalías somáticas. Si
las hubiera, deben ser codificadas por separado. Dado que el
retraso mental no es una característica general de los
trastornos generalizados del desarrollo, es importante que,
cuando esté presente, se codifique por separado, de acuerdo con F70 79.
F84.0 Autismo infantil
Se trata de un trastorno generalizado del desarrollo definido por la presencia de un desarrollo alterado o anormal, que se manifiesta antes de los tres años de edad y por un tipo característico de comportamiento anormal que afecta a la interacción social, a la comunicación y a la presencia de actividades repetitivas y restrictivas. El trastorno predomina en los chicos con una frecuencia tres a cuatro veces superior a la que se presenta en las chicas.
Pautas para el diagnóstico
Por lo general no hay un período previo de desarrollo
inequívocamente normal pero, si es así, el período de
normalidad no se prolonga más allá de los tres años de edad.
Hay siempre alteraciones cualitativas de la interacción social
que toman la forma de una valoración inadecuada de los signos
socio emocionales, puesta de manifiesto por una falta de
respuesta a las emociones de los demás o por un comportamiento
que no se amolda al contexto social, por un uso escaso de los
signos sociales convencionales y por una integración escasa del
comportamiento social, emocional y de la comunicación, de un
modo especial por una falta de reciprocidad socio emocional. Así
mismo, son constantes las alteraciones cualitativas de la
comunicación. Consisten en no utilizar el lenguaje para una
función social, debidos a una alteración de la actividad
lúdica basada en el juego social imitativo y simulado, a una
pobre sincronización en la expresión del lenguaje, a una
relativa falta de creatividad y de fantasía de los procesos del
pensamiento, a una falta de respuesta emocional a los estímulos
verbales y no verbales de los demás, a defectos de la cadencia o
entonación necesarias para lograr una modulación de la
comunicación y, como es de esperar y a la ausencia de gestos
acompañantes para subrayar o precisar la comunicación verbal.
El comportamiento en este trastorno se caracteriza también por
la presencia de formas de actividad restrictivas, repetitivas y
estereotipadas, de restricción de los intereses y de la
actividad en general, en los que destaca la rigidez y rutina para
un amplio espectro de formas de comportamiento. Por lo general
estos características afectan tanto a las actividades nuevas,
como a los hábitos familiares y a las formas de juego. Puede
presentarse, sobre todo en la primera infancia, un apego muy
concreto a objetos extraños, de un modo característico a los
"no suaves". Los niños persisten en llevar a cabo
actividades rutinarias específicas consistentes en rituales sin
un sentido funcional, tal y como preocupaciones estereotipadas
con fechas, trayectos u horarios, movimientos estereotipados o un
interés en los elementos ajenos a las funciones propias de los
objetos (tales como su olor o textura) y suelen presentar una
gran resistencia a los cambios de la rutina cotidiana o de los
detalles del entorno personal (tales como la decoración o los
muebles del domicilio familiar).
Además de estas características diagnósticas específicas, es
frecuente que en los niños con autismo aparezcan otros
trastornos sin especificar tales como temores, fobias, trastornos
del sueño y de la conducta alimentaria, rabietas y
manifestaciones agresivas. Son bastante frecuentes las
autoagresiones (por ejemplo, morderse las muñecas), sobre todo
cuando el autismo se acompaña de un retraso mental grave. La
mayoría de los niños autistas carecen de espontaneidad,
iniciativa y creatividad para organizar su tiempo libre y tienen
dificultad para aplicar conceptos abstractos a la ejecución de
sus trabajos (aun cuando las tareas se encuentran al alcance de
su capacidad real). Las manifestaciones específicas de los
déficits característicos del autismo cambian al hacerse mayores
los niños, pero los déficits persisten en la edad adulta con
una forma muy similar en lo que se refiere a los problemas de
socialización, comunicación e inquietudes. Para hacer el
diagnóstico las anomalías del desarrollo deben haber estado
presentes en los tres primeros años, aunque el síndrome puede
ser diagnosticado a cualquier edad.
En el autismo pueden darse todos los niveles de C.I., pero hay un
retraso mental significativo en aproximadamente el 75 de los
casos.
Incluye: autismo infantil síndrome de Kanner psicosis infantil trastorno autístico
Excluye: psicopatía autística (F84.5)
Diagnóstico diferencial
Además de otras variedades del trastorno generalizado del desarrollo hay que considerar: trastorno específico del desarrollo de la comprensión del lenguaje (F80.2) con problemas secundarios socioemocionales, trastorno de la vinculación en la infancia reactivo (F94.1) ó trastorno de vinculación en la infancia desinhibido (F94.2), retraso mental (F70 F72) acompañado de trastornos de las emociones y del comportamiento, esquizofrenia (F20) de comienzo precoz y síndrome de Rett (F84.2).
F84.1 Autismo atípico
Se trata de un trastorno generalizado del desarrollo que difiere del autismo en que el desarrollo anormal o alterado se presenta únicamente después de los tres años de edad o en que faltan anomalías suficientemente demostradas en una o dos de las tres áreas de psicopatología requeridas para el diagnóstico de autismo (la interacciónes social, el trastorno de la comunicación y el comportamiento restrictivo, estereotipado y repetitivo), a pesar de la presencia de características de una o dos de las otras áreas. El autismo atípico suele presentarse en individuos con retraso profundo cuyo bajo nivel de rendimiento favorecen la manifestación del comportamiento desviado específico requeridos para el diagnóstico de autismo. También sucede esto en individuos con graves trastornos específicos del desarrollo de la comprensión del lenguaje. Tiene sentido, por consiguiente, distinguir el autismo atípico del autismo.
Incluye: retraso mental con rasgos autísticos psicosis infantil atípica
F84.2 Síndrome de Rett
Se trata de un trastorno, descrito hasta ahora sólo
en niñas, cuya causa es desconocida pero que se ha diferenciado
por sus características de comienzo, curso y sintomatología. El
desarrollo temprano es aparentemente normal o casi normal pero se
sigue de una pérdida parcial o completa de capacidades manuales
adquiridas y del habla, junto con retraso en el crecimiento de la
cabeza y que aparece generalmente entre los 7 meses y los dos
años de edad. Las características principales son:
- Pérdida de los movimientos intencionales de las manos, estereotipias consistentes en retorcerse las manos e hiperventilación. El desarrollo social y lúdico se detiene en el segundo o tercer año, pero el interés social suele mantenerse. Durante la infancia suele desarrollarse ataxia y apraxia de tronco, que se acompañan de escoliosis o cifoescoliosis y algunas veces de movimiento coreoatetósicos. La consecuencia invariable es la de una grave invalidez mental. Es frecuente que durante la infancia aparezcan crisis epilépticas.
Pautas para el diagnóstico
En la mayoría de los casos el comienzo tiene lugar entre el 7º mes y los dos años de edad. El rasgo más característico es una pérdida de los movimientos intencionales de las manos y de la capacidad manual fina de tipo motor. Se acompaña de pérdida parcial o ausencia de desarrollo del lenguaje, movimientos estereotipados muy característicos de retorcer o "lavarse las manos", con los brazos flexionados frente de la barbilla o el pecho, movimientos estereotipados de humedecerse las manos con saliva, falta de masticación adecuada de los alimentos, episodios de hiperventilación frecuentes, mal control de los esfínteres, a menudo presentan babeo y protrusión de la lengua y una pérdida de contacto social. Es muy característico que estas niñas mantengan una especie de "sonrisa social" mirando a o "a través" de las personas, pero sin establecer un contacto social. Esto tiene lugar en el estadío precoz de la infancia (aunque a menudo desarrollan más tarde la capacidad de interacción social). La postura y la marcha tienden a ser con aumento de la base de sustentación, hay hipotonía muscular, los movimientos del tronco suelen ser escasamente coordinados y acaban por presentar escoliosis y cifoescoliosis. Las atrofias espinales con alteraciones motrices graves se desarrollan en la adolescencia o en la edad adulta en aproximadamente la mitad de los casos. Más tarde puede presentarse una espasticidad rígida que suele ser más marcada en los miembros inferiores que en los superiores. En la mayoría de los casos aparecen ataques epilépticos, generalmente algún tipo de ataque menor y con comienzo anterior a los 8 años. En contraste con el autismo son raras las preocupaciones o rutinas estereotipadas complejas o las automutilaciones voluntarias.
Diagnóstico diferencial
El síndrome de Rett se delimita en inicialmente basándose en la ausencia de movimientos intencionales de las manos, retraso del crecimiento de la cabeza; ataxia; movimientos estereotipados de lavado de manos y ausencia de masticación adecuada. El curso de la enfermedad en el sentido del deterioro motor progresivo confirma el diagnóstico.
F84.3 Otro trastorno desintegrativo de la infancia
Se trata de un trastorno profundo del desarrollo (distinto del síndrome de Rett) definido por la presencia de una etapa previa de desarrollo normal antes del comienzo del trastorno, por una fase bien definida de pérdida de capacidades previamente adquiridas, que tiene lugar en el curso de pocos meses y que afecta como mínimo a varias áreas del desarrollo, junto con la aparición de anomalías típicas del comportamiento social y de la comunicación. Con frecuencia hay un período prodrómico de enfermedad poco definido durante el cual, el niño se vuelve inquieto, irritable, ansioso e hiperactivo, a lo que sigue un empobrecimiento y una pérdida del lenguaje y el habla, acompañado por una desintegración del comportamiento. En algunos casos la pérdida de capacidad tiene una progresión continua (en general cuando el trastorno se acompaña de una alteración neurológica progresiva diagnosticable), pero con mayor frecuencia el deterioro progresa sólo durante unos meses, se estabiliza y más tarde tiene lugar una mejoría limitada. El pronóstico es malo en general y la mayoría de los individuos quedan afectados de retraso mental grave. No hay certeza de hasta que punto esta alteración es diferente del autismo. En algunos casos el trastorno puede ser secundario a una encefalopatía, pero el diagnóstico debe hacerse a partir de las características comportamentales. Si estuviera presente una alteración neurológica, ésta se codificará por separado.
Pautas para el diagnóstico
El diagnóstico se basa en la presencia de un desarrollo aparentemente normal hasta al menos los dos años de edad, seguido por una clara pérdida de capacidades previamente adquiridas, la cual se acompaña de un comportamiento social cualitativamente anormal. Es frecuente que en estos casos tenga lugar una regresión profunda o una pérdida completa del lenguaje, una regresión en la actividad lúdicas, de la capacidad social y del comportamiento adaptativo. Con frecuencia se presenta además una pérdida del control de esfínteres y a veces con un mal control de los movimientos. Es típico que estos rasgos se acompañen de una pérdida de interés por el entorno, por manierismos motores repetitivos y estereotipados y por un deterioro pseudo autístico de la comunicación e interacción sociales. En algunos aspectos el síndrome se parece a las demencias de la vida adulta, pero se diferencia por tres aspectos claves:
- a) hay por lo general una falta de cualquier enfermedad o daño cerebral identificable (aunque puede presumirse algún tipo de disfunción cerebral)
- b) la pérdida de capacidades puede seguirse de cierto grado de recuperación y
- c) el deterioro de la socialización de la comunicación tiene rasgos característicos, más típicos del autismo que del deterioro intelectual.
Por todos estos motivos el síndrome está incluido aquí más que en F00 a F09.
Incluye: psicosis desintegrativa síndrome de Heller dementia infantilis psicosis simbiótica
Excluye: afasia adquirida con epilepsia (síndrome de Landau Kleffner, F80.3) mutismo selectivo (F93.0) esquizofrenia (F20) síndrome de Rett (F84.2)
F84.4 Trastorno hipercinético con retraso mental y movimientos estereotipados
Se trata de una categoría de dudosa validez
nosológica. Se incluye aquí sin embargo porque los niños con
retraso mental (C.I. inferior a 50) con problemas importantes de
hiperactividad y déficit atención tienen con frecuencia un
comportamiento estereotipado. Además, estos niños no suelen
beneficiarse de un tratamiento con fármacos estimulantes (al
contrario de aquellos de C.I. en el rango normal) al que pueden
responder con reacciones disfóricas intensas (a veces con
inhibición psicomotriz) y en la adolescencia la hiperactividad
tiende a ser reemplazada por una hipoactividad (una forma que no
es frecuente en los niños hipercinéticos con inteligencia
normal). Este síndrome suele acompañarse de tipos variados de
retrasos del desarrollo, ya sean específicos o generalizados.
No es bien conocido hasta qué punto esta forma de comportamiento
está en función del bajo C.I. o de un daño cerebral orgánico.
Tampoco está claro si los niños con retraso mental leve que
presentan un síndrome hipercinético, estarían mejor
clasificados aquí o en F90.
En la actualidad se incluyen en F90.
Pautas para el diagnóstico
El diagnóstico se basa en la combinación de hiperactividad grave, desproporcionada para el nivel de maduración, de estereotipias motrices y de retraso mental grave. Para un diagnóstico correcto deben estar presentes los tres aspectos. Sin embargo, si se satisfacen las pautas para el diagnóstico de las categorías F84.0, F84.1 ó F84.2, el diagnóstico será el correspondiente a una de ellas.
F84.5 Síndrome de Asperger
Se trata de un trastorno de validez nosológica dudosa, caracterizado por el mismo tipo de déficit cualitativo de la interacción social propio del autismo, además de por la presencia de un repertorio restringido, estereotipado y repetitivo de actividades e intereses. Difiere sin embargo del autismo en que no hay déficits o retrasos del lenguaje o del desarrollo cognoscitivo. La mayoría de los afectados son de inteligencia normal, pero suelen ser marcadamente torpes desde el punto de vista motor. El trastorno se presenta con preferencia en varones (en proporción aproximada de 8 a 1). Parece muy probable que al menos algunos casos sean formas leves de autismo, pero no hay certeza de que esto sea así en todos los casos. La tendencia es a que las anomalías persistan en la adolescencia y en la vida adulta, de tal manera que parecen rasgos individuales que no son modificados por influencias ambientales. Ocasionalmente aparecen episodios psicóticos en el inicio de la vida adulta.
Pautas para el diagnóstico
El diagnóstico se basa en la combinación de ausencia de cualquier retraso de lenguaje, o cognoscitivo clínicamente significativo y la presencia de déficits cualitativos en la interacción social (como en el autismo) y manifestaciones repetitivas y estereotipadas, de intereses y de la actividade en general (como en el autismo). Puede haber o no problemas de comunicación similares a los del autismo, pero un de retraso significativo del lenguaje descarta el diagnóstico.
Incluye: psicopatía autística trastorno esquizoide de la infancia
Excluye: trastorno esquizotípico (F21) esquizofrenia simple (F20.6) trastorno de vinculación de la infancia (F94.1 y F94.2) trastorno anancástico de la personalidad (F60.5) trastorno obsesivo compulsivo (F42)
F84.8 Otros trastornos generalizados del desarrollo
F84.9 Trastorno generalizado del desarrollo sin especificación
Se trata de una categoría diagnóstica residual que debe usarse para trastornos con las características de la descripción general de los trastornos generalizados del desarrollo, pero que por falta de información adecuada o por hallazgos contradictorios, no se satisfacen las pautas de cualquiera de los otros códigos del apartado.
F88 OTROS TRASTORNOS DEL DESARROLLO PSICOLOGICO
Incluye: agnosia del desarrollo
F89 TRASTORNO DEL DESARROLLO PSICOLOGICO SIN ESPECIFICACION
Incluye: trastorno del desarrollo psicológico sin especificación